La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

domingo, 4 de agosto de 2019

No sé si soy raro, pero cada vez que recuerdo una de las palabras y las promesas que prometí, y al final cumplí me enorgullece, pero cuando no las cumplo me reconcome el interior y aumenta la vergüenza, así como el descontento y la asquerosidad hacia mi mismo, a la par que se multiplica el afán por cumplirla más tarde que nunca, mientras me pregunto si mi palabra vale realmente tan poco. Y eso me hace luchar aún cuando ya no importa por cumplir y realizar esas promesas para que mis palabras valgan. Y entonces cuando llego a esa conclusión me pregunto si aquellas personas que no cumplieron las promesas que hicieron y se olvidaron de las palabras que dijeron, piensan igual que yo, piensan que aún no es tarde, piensan que aún se puede luchar, o piensan que no la cumplieron y es mejor dejarlo estar, o simplemente ni lo recuerdan.

No sé si soy raro pero cuando me hago esas preguntas, intento pensar en lo que conozco a esa persona y en como actuaría, pero recuerdo que nunca se conoce lo suficiente a una persona, y llego a la conclusión de que quien no actúa ni cumple las promesas que hicieron, es que o no las recuerdan, o no quieren recordarlas.

Las palabras valen más de lo que nos creemos, y aunque unos no piensen en su valor, hay otros que le damos vueltas a las cosas, y al valor de las promesas que nos hacen.