No sé si soy raro, pero cada vez que recuerdo una de las
palabras y las promesas que prometí, y al final cumplí me enorgullece, pero
cuando no las cumplo me reconcome el interior y aumenta la vergüenza, así como
el descontento y la asquerosidad hacia mi mismo, a la par que se multiplica el
afán por cumplirla más tarde que nunca, mientras me pregunto si mi palabra vale
realmente tan poco. Y eso me hace luchar aún cuando ya no importa por cumplir y
realizar esas promesas para que mis palabras valgan. Y entonces cuando llego a
esa conclusión me pregunto si aquellas personas que no cumplieron las promesas
que hicieron y se olvidaron de las palabras que dijeron, piensan igual que yo,
piensan que aún no es tarde, piensan que aún se puede luchar, o piensan que no
la cumplieron y es mejor dejarlo estar, o simplemente ni lo recuerdan.
No sé si soy raro pero cuando me hago esas preguntas,
intento pensar en lo que conozco a esa persona y en como actuaría, pero
recuerdo que nunca se conoce lo suficiente a una persona, y llego a la
conclusión de que quien no actúa ni cumple las promesas que hicieron, es que o
no las recuerdan, o no quieren recordarlas.
Las palabras valen más de lo que nos creemos, y aunque unos no piensen en su valor, hay otros que le damos vueltas a las cosas, y al valor de las promesas que nos hacen.
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