La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

martes, 8 de mayo de 2018

Noches de reflexión.

El sábado por la noche, justo antes de dormir, me hicieron reflexionar sobre mi repulsión hacia la bella y aburrida ciudad costera de Estepona. Y me dormí, no sin antes, y para no variar, darle varias vueltas en mi gran cabezota. Lo que me hizo llegar a la siguiente conclusión:


¿Por qué tanto odio y pereza hacia una ciudad?¿Qué representa la ciudad en mi vida como para manifestar tal desaprobación?

La clave está en lo que ha supuesto el alejarme. Málaga ha representado un cambio notable en mi vida, desde el más misero detalle hasta el más grande de los acontecimientos. Todo lo que echaba en falta en aquella pequeña ciudad lo encontré en esta gran área metropolitana. Conforme me alejaba más de allí y me acercaba más aquí, todo se iba deshaciendo mientras que, de forma directamente proporcional, todo se esclarecía. Todo, mejoraba.

¿Dónde está el problema entonces?

Simple. El problema está se presenta de forma que Estepona es sinónimo de paso atrás, de destrucción de lo construido, de abominación de lo logrado, de independencia a dependencia, de paz a guerra, de logros a olvido. De luz a pozo oscuro.

Y como he dicho, este paso se produce desde el más grande de los acontecimientos y sucesos, hasta el más diminuto y minúsculo detalle.

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