La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

jueves, 9 de febrero de 2012

La mujer, o mejor dicho, divinidad perfecta.


El provervio persa dijo: No hieras a la mujer, ni con el pétalo de una rosa. Yo te digo: no la hieras ni con el pensamiento. Joven o vieja, fea o bella, frívola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre el secreto de Dios, pues tiene la perfección de su lado. Si el universo tiene un fin claro, evidente, innegable, que está al margen de las filosofías, matemáticas, escapando de todoa lógica y razón, ese fin es la vida, la vida: única doctora que explicará el misterio; y la perpetuación de la vida fue confiada por el ser de seres a la mujer. La mujer es la sola colaboradora efectiva de Dios. Su carne, no es como nuestra carne, si ser, no es como nuestro ser, su vida, no es como nuestra vida. En las mujeres, en todas ellas, hay algo, hasta el día de de hoy indescriptible, pero algo divino, perfecto y único. Dios mismo ha encendido las estrellas de sus ojos irresistibles.

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