Las diferencias más importantes y catastróficas son aquellas en las que el cambio es tan simple y fino como el filo de una espada, el canto de una moneda, el paso de un misero segundo. Tan simple como mortífero que acaba resultando terrorífico. Un camino u otro, una decisión u otra, un sentimiento o el contrario. Tan simple como un sí o un no. Y aunque no nos demos cuenta, somos los únicos culpables y responsables de esos cambios. Porque queramos verla o no, siempre hay una ventana si la puerta está abierta, e incluso, si apuras y si de verdad quieres otra opción, un respiradero.
El problema de todo esto está en nosotros mismos, inconsciente o conscientemente, ya que somos nosotros los nos lanzamos a tomar decisiones en caliente sin pensar en las consecuencias con el orgullo en un puño y la rabia en el otro, o tenemos la frialdad de dejarlo estar, latente, y pensar, y entonces actuar de esa forma que creemos que haremos lo correcto.
Pero como he dicho a veces hay un respiradero, es aquella opción en la que elegimos lo que nuestro corazón nos pide que hagamos. Traerá consecuencias buenas o malas, para unos será virtud para otros maldición. Pero lo bueno de optar por esta opción del respiradero, es que si salimos por la puerta o por la ventana, nos arrepentiremos de haber intentado salir por el respiradero.
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