Es duro, levantarse cada día con la misma puta rutina. Con las mismas pocas ganas de hacer nada, pero aún así tengo que separar contextos. Tengo que concienciarme de que estamos en época trascendental y tengo que dar la talla. Pero los acontecimientos, el destino, parecen estar en mi contra. Ya van casi tres y nada cambia. Solamente me ponen dificultades, quizás para aislarme, pero la cosa es que no paro de darle vueltas.
No sé cómo terminará cada día, ni la semana ni el mes, pero me siento como si estuviera un fino hilo que además de levantarme la piel, me sostiene ante la caída.
Así es como aprendes, a base de hostias
cuando estamos solos y no hay nadie si no te acercas.
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