La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

jueves, 13 de septiembre de 2012

No hay mayor aprendizaje que levantarse después de haber caído.

No hay mayor error que el temor de vivir lo que de verdad queremos, de asumir lo que somos, de mostrarnos tal y como somos. De decir lo que queremos decir, e incluso lo que no queremos por miedo. El temor es absurdo, es inservible, es encerrarse en uno mismo, y no salir ni a tomar el sol.
No hay que tener miedo a vivir, a equivocarnos, a aprender aunque sea a ostias y moratones, a base de caídas, a base de puñaladas por la espalda. El temor a vivir, el temor a salir, el temor a arriesgar, es una cárcel sin barrotes, en la que nosotros mismos estamos propio gusto. Tarde o temprano todos tenemos que aprender, tarde o temprano las cosas suceden, unas y otras, de distintas formas, momentos y con distintos sucesos, personas y acontecimientos. Por eso debemos ser firmes, aguantar el tipo, y con firmeza demostrar lo que somos, demostrar lo que eres, demostrar lo que vales, lo valioso único y especial que eres y que tienes. Gritar que eres tú, que estás ahí que no pasas desapercibido, pero no se trata de gritar a la gente, si no de gritártelo a ti mismo, a tu persona, a tu forma de ser.
Y sin miedo, conseguirás lo que quieres, o quizás no lo consigas, pero luchando estás más cerca de conseguirlo que quedándote parado viendo como todo sucede, al final, sale a la luz la verdadera actitud humana, pues vivimos esperando las buenas oportunidades, y quien espera, desespera y decepciona y quien lucha puede conseguir su objetivo, pero esperando, solo consigues que pasen las múltiples oportunidades, y entonces, llega la madera.

Vivimos deseando que llegue el momento oportuno, mientras todo pasa. Pero el momento es ahora.

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