La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

martes, 13 de diciembre de 2011

A veces me pregunto por qué en esta vida, la gente se piensa tanto las cosas, y se rige por unas reglas, escritas o no, impuestas por el hombre, y de verdad, por mucho preguntarme no lo entiendo. ¿Qué problema hay en vivir tu propia vida como tu verdaderamente quieres? Viviéndola como eres, como quieres y sin preocupaciones. Nacimos cuando nos tocó, no elegimos el seno de la familia, ni el lugar, ni el año, ni la época. Eso estaba premeditado y era y es imposible de cambiar, pero ¿quién nos dice cómo, cuándo y dónde debemos morir? NADIE.
Nacimos, al igual que el resto de millones de personas, del vientre de nuestra madre, concebidos del sexo entre padre y madre, y aquí estás, aquí estoy, aquí estamos. Y pronto, llegará un día en el que estemos viendo como nuestra luz se apaga, nuestro camino se termina, como nuestra vida llegó a su fin, ves como te falta el aliento, y tu vida se aleja de ti, y entonces, inconscientemente darás un repaso a tu vida. Recordarás errores, felicidades, emociones, etc. Pero yo creo que no hay mayor tristeza que, cuando estemos muriendo, nos arrepintamos de no haber disfrutado de nuestra propia vida. Porque no hay nada más seguro en esta vida que la muerte, y eso es algo que todo el mundo debería tener claro, por lo que, aunque lo repita por activa y por pasiva, todo el mundo debería saber el valor que tiene su vida, y también el valor que tienen las demás. Tratarnos como iguales, porque al fin y al cabo somos exactamente iguales. Y como tales, deberíamos respetar la vida en general, y sobre todo vivir nuestra vida, y no desaprovecharla.
Hay que estar seguro de que algo está perdido para dejarlo de lado

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