La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Así es, otra vez, te volviste a caer del tejado. Aunque no hay pared para trepar vuelves a intentarlo una y otra y otra y otra vez. Como si no hubiese sido suficiente con las últimas cientos de caidas, vuelves a coger carrerilla para volver a intentarlo. Vuelves a impulsarme en el suelo de la ilusión. El cual, para no variar, vuelve a destruirse al paso. Otra vez al suelo, otra vez comiendo mierda bañándome en el lodo. No sé por qué esta casa es así de díficil. No sé por qué esta vida se vive por los tejados, se vive en ilusiones, en nubes inestables de sueños que unas veces son sólidas y firmes que acaban cumpliendo los deseos, o por otro lado, y como coladeros de un único y enorme agujero por donde solo te queda una opción, caer caer y caer.
Empezar la casa por el tejado, es como empezar una relación con mentiras y en su defecto como ilusiones. Puede quedarte un tejado precioso, pero el resto del edificio te saldrá completamente defectuoso. Al igual que intentar construir en cimientos antiguos solo te puede provocar inestabilidad en la estructura. Todo es pensarlo, todo es pura lógica. Por eso cada vez entiendo menos a aquellas personas que viven y sienten sin seguir la doctrina que dicta su propio corazón.

Pues las personas que mienten, merecen castigo. Pero las personas que se mienten a si mismas, no merecen ni su propia vida.

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