La vida son los miseros segundos que deciden la cara o cruz de la moneda que está de canto encima de la mesa.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Un solo acto basta para condenar, pero nunca para salvar

Así es el mundo. Tantas personas que pasan desapercibidas, escondidas en este mundo sin saber ni por qué se esconden. Quizás el miedo a la reacción, pero casi seguro por miedo a los comentarios de los demás, a los prejuicios que puedan hacer de uno. Ya que hay tanto mal en las personas, que parece que es una epidemia que se va reproduciendo dentro del cuerpo y tomando el control, así el afán de superar a los demás crece, con un poco de cada pecado capital, crece y crece, un deseo incontrolable de poder y superioridad sobre todo lo demás. Insultar, marginar, atacar, discriminar, humillar, destruir, apartar... Más palabras del mismo defecto.
¿Qué mérito tiene entonces quedar por encima de otros, tras estos actos? Es más... ¿qué mérito tiene quedar por encima de los demás? Juraría que ninguno. Somos iguales en físico, por lo que también deberíamos serlo en las demás condiciones. ¿Tan hipócrita podemos llegar a ser la gente? Todos dos hablamos de todos, incluso yo. Pero de a ahí a crucificar, a humillar, y sobre todo, y como deporte favorito, a mentir sobre lo que no es y hablar sobre lo que no se sabe.

No se trata de ser superior a los demás, si no de que juntos seamos de lo que somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario